lunes, 27 de septiembre de 2010

El regateo

Era fines de junio (de 2010, por lo tanto, mes del Mundial de fútbol) y me había encontrado para almorzar con un amigo. Después de una comida por demás nutritiva, decidimos caminar un poco. Sin quererlo terminamos dando vueltas por Florida, calle de la que uno siempre quiere escapar pero en la que termina si se está por la zona.
Como era de esperarse, en un momento desembocamos en la Plaza San Martín donde, en pantalla gigante, se estaba transmitiendo el partido entre Uruguay y Ghana. Nos detuvimos unos minutos para ver como iba el juego y seguimos con el recorrido, intentamos salir del vallado que elegantemente había puesto el Gobierno de la Ciudad pero, obvio que fue difícil porque le dije a mi amigo que me siguiera y, claro, fuimos a dar a un sector que no tenía salida (en fin, la gente no aprende que no hay que seguirme).
Entonces, luego de subir y bajar escaleras, nos sentamos en uno de los banquitos de la Plaza y nos pusimos a conversar tranquilamente, rodeados por el sonido del partido y de las avenidas que rodean el lugar.
En un momento de nuestra pacífica charla, vemos que se acerca un señor visiblemente alcoholizado. enseguida me puse en guardia como para salir disparando a la mínima seña de mi compañero de banco, pero él se veía de lo más tranquilo.
El borracho (perdón si para la sensibilidad de algunos suena agresivo, pero el señor estaba borracho y no dudo que lo fuera) se acercó con una botella de vino debajo del brazo y, al agacharse para comenzar a hablar lo poco que le quedaba se le cayó al piso: "Cuidado que se te cae el vino", le dijo mi amigo, a lo que el señor respondió con un resoplido molesto, al ver el liquido regando la tierra, tomó la botella por el pico, la tiró cerca del banco y comenzó a hablar:
"¿No tenés $20 para darme?" Creo que los dos pensamos lo mismo: ¿no era mucho pedir $20? pero no, era una estrategia.
-¡Eh! no, no tengo -le dijo mi amigo.
- Dale, qué no vas a tener... $20 para comprar algo de comer...
- No, no tengo... tengo para viajar... -clásica respuesta para evadir la situación.
- Bueno... y... ¿no tenés $10?
Misma respuesta de mi compañero de almuerzo. A todo esto, yo estaba muda al lado de él, casi pegada a su cuerpo y lista para salir corriendo, pero él seguía tranquilo y hablaba con calma, cuestión que me tranquilizaba.
- Dale, qué no vas a tener... dale qué son $10...
- Mirá todos los uruguayos que hay, porque no vas a pedirle a ellos - le dijo. Entonces el borracho miró para donde estaba la pantalla y nos miró a nosotros y dijo:
-Ah... dale... ustedes son uruguayos... dale dame $5... dale, mirá, mirá...
Y empezó a revolver en la mochila que traía, cosa que, personalmente, me hizo asustar un poco mucho.
-Mirá, ves... no tengo nada... dale... $5...-decía mientras sacaba un buzo bastante sucio y otras telas que no supe identificar porque estaba mas preocupada tironeando del pantalón de mi amigo que prestando atención al bolso.
- Andá a pedirle a los extranjeros, no jodas mas -le dijo al borracho con un tono firme.
- Dale, que vos sos uruguayo dame $2, dale... si no sos argentino...
Mi amigo me agarró de la mano y nos fuimos, pero cuando nos estábamos yendo pasamos por al lado de un banco donde estaban sentados dos extranjeros que habían visto todo el espectáculo y mientras nos miraban pasar nos dijeron: "¡Vamos Argentina!" Les sonreímos y seguimos.
Caminamos unos pasos más y cuando nos dimos vuelta para ver qué había pasado con el borrachin que había bajado sus pretensiones de $20 a $2, lo vemos en pleno regateo con los turistas.
"Si no hubieran abierto la boca... pero bueh, gringos" dije y sin más seguimos nuestro paseo sin saber quién había ganado ni el partido de fútbol ni el nuevo regateo que, seguramente, había comenzado el señor alcoholizado.