lunes, 24 de marzo de 2008

Agua en Buenos Aires

Puedo recordar el día exacto en el que sucedió esta anécdota, fue el 17 de abril del 2007 (increíble mi memoria, ¿no?).
Había salido de mi trabajo a las 18 hs y a los pocos minutos había comenzado a llover, esas lluvias leves que se van haciendo cada vez más fuertes. La cuestión era que, como es costumbre en mi, no tenía paraguas (evento que no hubiera mejorado la situación, ya que un paraguas en mis manos es lo mismo que nada) y cuando salí del subte para tomarme mi querido 159 llovía a cántaros.
Llegué a la cola del colectivo y me paré detrás de un muchacho bastante grandote que tenía un paraguas y como su altura era mucho mayor que la mía su paraguas hizo de techito provisorio para mí, aunque ya estaba mojada y la lluvia no seguía las leyes de la gravedad, ya que venía de todos lados y cuando digo de todos lados también hago referencia al piso.
Cuando pude subirme al colectivo, éste estaba tan lleno que no me quedó otra que viajar pegada a la máquina, por lo menos tenía de dónde agarrarme.
Las calles estaban completamente inundadas, tal era el caso que el vehículo parecía un barquito en lugar de un colectivo.
Y acá comienza lo interesante, salir de Capital con agua cayendo en forma ininterrumpida, con una visión mínima (porque realmente no se veía nada por ningún lado) y, para colmo, con tanta gente en el colectivo que al chofer le tapaban el espejito con el que podía fijarse si venía algún vehículo o lo que fuera...
Pero como ya expliqué antes, el 159 en ciertas ocasiones funciona como una comunidad, y los pasajeros, todos hombres (aclaración que no está de más) comenzaron a guiar al chofer:
"Dale, doblá... a ver... pará, pará que viene un boludo rápido" y... se presentía la ola que el otro vehículo hacía llegar hasta nosotros.
"Dale, ahora... dale que no viene nadie... ¡uh, qué quilombo!" y así se sucedían los comentarios hasta que pudimos subir a la autopista y comenzaron a hablar de fútbol y de autos. Al bajar del colectivo ya eran casi todos amigos, hasta a mí me saludaban los muchachos.
Ese día aprendí mucho de cómo guiar a un chofer, de los equipos que estaban en la punta del campeonato, del Tc y de otras cosillas, pero por suerte ya me olvidé todo... bueno o casi todo...

martes, 18 de marzo de 2008

Mi alter ego

Hoy fui testigo de una situación que, en general, suele tenerme como protagonista:
Resulta que iba en el 159 rumbo al trabajo y, como siempre, el colectivo tuvo que parar donde estaba el guarda para subir más personas por la puerta de atrás (porque por la de adelante no podía subir ni una hormiga). En eso se escuchan los gritos de una señora: "¡Esto es ilegal! ¡Esto es ilegal! no se puede viajar así, ¿Por qué no te subís vos a ver si entrás?" Todo esto dirigido al guarda, quien, harto de las calumnias, decidió que no subieran más personas.
Junto al chofer estaba parado un chico, del que no puedo ni podré identificar edad ni contextura física, ya que sólo lo veía de espaldas.
Lo que pude ver fue el momento en el que el chofer lo miró y comenzó a decirle: "Siempre es así, estamos obligados a parar, porque si no te levantan en peso. Porque el tipo no dice que vos venís hasta las bolas de gente, dice que no le paraste y listo, ¿viste?"
"Claro" dijo el muchacho, y ahí comenzó una conversación que duró gran parte del viaje.
Y, aunque no formé parte de ella, me puedo imaginar las cosas que el chico habrá contestado, los comentarios sin sentido que habrá hecho, porque son similares a los que una hace en esas situaciones solo para mantener viva la charla y no parecer descortés ante un hombre que, mal que mal, nos lleva y trae todos los días.