miércoles, 29 de agosto de 2007

Ahí vamos


Hacía más de una semana que con Laura (la misma Laura de la otra vez…) veníamos planeando ir a ver el recital que Gustavo Cerati daría en forma gratuita y al aire libre y, que además, cerraba un ciclo de recitales que el jefe de gobierno de la cuidad venía realizando hacía tiempo…
El 10 de marzo me encaminé a la casa de Laura, punto de encuentro estratégico del que partiríamos hacia Av. F. Alcorta y Pampa. Claro, antes tomamos mate, hablamos de todo un poco y, obviamente, nos fijamos en la Guía T para estar seguras de nuestro recorrido…
Como eran, aproximadamente, las siete y media de la tarde y el recital comenzaba a las nueve y ambas somos afectas a las caminatas y pensamos que no era tan lejos, decidimos ir caminando. Entonces salimos, desde Río de Janeiro y Sarmiento, hasta nuestro destino final... (si, si… un par de cuadritas)
El día era más que propicio para el ejercicio de la caminata y más cuando hay cosas de las que hay que hablar. Hacía poco que mi amiga había empezado a trabajar en una escuela de español para extranjeros y como yo tenía unos meses más de experiencia comenzamos a pasarnos “recetas” para dar tal o cual tema y, entre pitos y flautas, llegamos al Campo Argentino de Polo… en ese punto ya estábamos deliberando sobre la importancia del modo subjuntivo (sí, porque nosotras nos divertimos a lo grande…).
Veníamos muy compenetradas en nuestra discusión cuando un señor, con una pinta increíble de hombre con experiencia en caballitos me dijo “No le creas nada, nenita… qué lindas que son…” Este comentario nos hizo volver a la realidad y, después de contestarle al señor (quienes me conocen pueden imaginarse la respuesta y quienes conocen a Laura… bueno, es casi lo mismo…), nos preguntamos si estarías yendo por el camino indicado… ninguna de las dos estábamos seguras y, claro, nos pusimos un poquito nerviosas, hasta que comenzamos a ver gente, mucha gente y alguna que otra con remeras alusivas, es decir, con imágenes de Cerati y demás…
Más tranquilas seguimos caminando, aunque cambiamos de tema… así que mientras decidíamos que este año se perfilaba negativo en cuestiones amorosas y los pro y los contras de eso, llegamos a una encrucijada…
“¿Cruzamos o no?...” Y… “mejor saquemos la guía y fijémonos para dónde tenemos que ir”… “Dale… según esto estamos bien y… tendríamos que ir para ahí…” “Che… y si seguimos a la gente… ese pibe va a la facu… y seguro que va al recital…” “Bueno… sigamos a la masa…”
Y seguimos a la plebe y ésta nos llevó a un pasaje oscuro, con árboles y veredas muy angostas, pero bueno, ya estábamos ahí y había que seguir, obvio.
Entonces, después de más de dos horas de caminata llegamos. El recital había empezado a horario, por lo que nosotras nos perdimos casi una hora, pero llegamos justo cuando subió Luis Alberto Spinetta para hacer una hermosa versión de “Té para tres”… Mientras nos abríamos paso entre la multitud y pisábamos y éramos pisadas, nos posicionamos en un lugar donde, aunque por obvias razones de estatura, yo no veía a no ser que me pusiera en puntas de pie, disfrutamos las hora y media que duró el espectáculo… De más está decir que quedamos más que emocionadas.
Todo muy lindo pero había llegado el momento de marcharnos…
Comenzamos a caminar para retomar el camino que habíamos realizado para llegar e, inevitablemente, caímos en el embudo que se había formado por la cantidad de gente que quería hacer lo mismo en el mismo momento…
Después de ver personas con ataques de pánico, de escuchar algún que otro nerviosito, o alguno diciendo “¡dale, dale empujá que no salimos más!”, pudimos evadirnos del embudo y salir al aire casi puro de la noche para iniciar nuestra caminata de vuelta a la casa de Laura, donde nos esperaba la cena, una película y dos hermosas y mullidas camas…
La cuestión fue que en lugar de doblar y hacer el mismo camino que habíamos hecho, seguimos a la multitud, muy divertidas a causa de un muchachito que estaba vestido y peinado igual que Cerati en la tapa del disco… (si, ya lo sé, una boludez pero algo tenía que distraernos del hecho de que nos estábamos haciendo pis encima… y cualquier cosa es buena, ¿no?)
Caminamos y caminamos hasta que… “¿Che, qué hacemos en Av. Cabildo?” “Ah, no sé… ¿no hay ningún colectivo que nos lleve a tu casa?” “Desde acá… no, creo que no” “Fijémonos en la guía…” “¡Qué sería de nosotras sin ella!” “Nada porque igual nos perdemos…” “Es verdad…”
Luego de la triste revelación y de darnos cuenta que no teníamos ningún colectivo desde allí, decidimos desandar el camino realizado, mientras le echábamos la culpa a la mala copia de Cerati que nos había hecho desviar…
Ya con dolor de piernas llegamos al punto de partida y comenzamos a caminar por Av. F. Alcorta… pero… algo muy extraño pasaba… nosotras teníamos que ir para donde la numeración bajaba y, aunque estábamos seguras (y de verdad) que era la dirección correcta, la numeración de la calle ascendía…
“Esto ya es demasiado… está bien que seamos medio pavas para esto pero… si acá dice que tiene que bajar… ¿por qué sube?” “Qué se yo… che, ¿y si cruzamos? No sé, como vinimos por la vereda de enfrente tal vez vemos alguna cosa que nos guíe…” “Dale…”
Cruzamos la calle y… “Che, la numeración baja en esta vereda” “¿si?... Es verdad… no entiendo más nada… enfrente sube, acá baja… ¡Esto es cosa de Mandinga!”
Aproximadamente a las veinte cuadras nos tomamos un colectivo que nos dejó cerca del ansiado hogar, al que llegamos casi corriendo por cuestiones fisiológicas.
Entonces, después de llegar, cenar livianito (porque eran casi las dos de la mañana y ninguna tenía ganas de cocinar o de comer comida elaborada), miramos una peliculita y nos fuimos a dormir con la certeza de que, en primer lugar, no teníamos que volver a confiar en nuestra intuición cuando el tema sea “orientación” y, en segundo lugar, que por un año (o más) estábamos salvadas de pensar en ir a un gimnasio.

domingo, 19 de agosto de 2007

Actitud Buenos Aires


Se me había hecho un poco tarde, así que casi a las diez y pico de la noche me estaba despidiendo de mi enamorado en la estación de subte Bulnes de la línea D, para hacer el camino de siempre, es decir: subte D hasta 9 de julio, combinación con la línea B hasta el Correo Central, donde me tomaría el 159 semirápido hasta un lugar adecuado donde pudiera tomarme un remise (porque, aunque el colectivo me deja a cuatro cuadras de mi casa, ya tuve un encontronazo con un muchacho no muy amable por lo que evito andar muy tarde por estas zonas…)
Entonces, me subí al subte y, como estaba previsto, me bajé en la estación 9 de julio para hacer la combinación… Esperé, esperé… y nada…
En eso vemos (porque no era la única que estaba ahí paradita) que viene un subte del otro lado y, claro, lo primero que pensé fue “si viene uno de allá ahora tendrá que venir una de acá”, lógico, ¿no? Pero no…
El chofer del subte que iba para Los Incas nos dijo, con esa amabilidad que los caracteriza: “No pasan más trenes” “¿Qué?” dijo uno de los muchachos que estaban parados cerca de mí… “Sí, que no pasan más, es hasta y media…” Sonó la alarma, se cerraron las puertas y el subte se fue, dejándonos con la certeza de que por lo menos éramos muchos los que no sabíamos.
Entonces nos encaminamos a las escaleras para salir del mundo subterráneo, pero había dos que estaban cerradas… y una que estaba abierta. Salí a la superficie y, por error seguí mi instinto que me orientaba a cruzar la Av. 9 de julio, sin entender ¿por qué las personas que estaban conmigo abajo no lo hacía si iban para el mismo lado que yo?
Lo único que pensé fue “bueno, irán para otro lado, con tal que no empiece a ver teatros no pasa nada…” Ese era mi único punto de referencia a nivel orientación, si comenzaba a ver teatros era que mi brújula seguía tan estropeada como siempre, si no, era que tenía esperanzas de salir sin la guía T (que no es índice de nada en mi caso…)
Bueno, crucé y empecé a caminar mientras me mandaba mensajitos con el muchacho en cuestión, lo que hizo que me distrajera un poco más de lo habitual. Pasaron dos cuadras y… ¡No! El cartel de “Chiquititas”… Un teatro ya era mas que suficiente para que me diera cuenta que tendría que haber seguido a los que se iban para el otro lado en la salida del subte…
Inmediatamente le mando un mensajito a mi hermana avisándole que iba a llegar un poco tarde porque me había mareado un poco y me había ido para el otro lado, a lo que contestó con un dulce “qué boluda, cuidate”… Di la vuelta y comencé a desandar el camino que había hecho…
A eso de las once y media llegué al Correo Central. Ya se me había pasado el enojo que creo que me duró dos o tres cuadras porque me di cuenta que no era más que mi problema crónico… además es aburrido estar enojada mucho tiempo, ¿no?
Me tomé el semirápido y fue en ese viaje en donde vi aquel bichito verde del que hablé alguna vez… El viaje fue, entonces, más que tranquilo…
Aproximadamente a 20 cuadras de mi casa me bajé para tomarme un remise. Entré a una remisería atendida por una mujer que era la representación femenina de Humpty Dumpty y tenía, además, el tono de voz de un barrabrava… (una delicia de mujer para quien quiera conocerla).
Me contó que había mucho trabajo y empezó a hablar mal de Tinelli y de “Bailando por un sueño”… en fin, los temas no cambiaron mucho en un año…
Por suerte en ese momento recibí un llamado que me sacó del lugar y coincidió con la llegada del señor que iba a conducirme a mi hogar.
Subí al auto, indiqué la dirección y… “¿Vos sos la hija de Raúl?” ¡Upa! “Si…” “¡Ahhh… sos la nieta de Dante, el zapatero!” “si, soy yo” “¿Cómo está tu abuelo?” “Calculo que bien, se murió hace unos años” (si, ya lo sé fue un poco negra mi contestación, pero bueno… así soy)… “Ah… yo lo conocí y a tu mamá y, claro, después al loco de tu viejo… ¿sigue jugando al fútbol?” “claro, si no se muere, el fútbol es una droga para él”… La cuestión es que la conversación dio un giro, no sé cómo y terminamos hablando de él y de la mala suerte que había tenido en la vida… un “te escucho” increíble…
Y así llegué a mi casa, con una anécdota completita, completita…