lunes, 7 de enero de 2008

Impresiones del 159

El gran resoplador

Hay un señor que se sube en la misma parada que yo que tiene por costumbre resoplar, todo el tiempo durante el viaje.
En varias oportunidades, por cuestiones de poco espacio, me ha tocado estar parada cerca de él y pude comprobar que no sólo lo hace cuando hay mucho tránsito y el colectivo va lento, sino en toda oportunidad.
En estos días descubrí que además del ya conocido resoplido, intenta mantener una especie de diálogo con los pajaritos de los árboles de la parada: él silba, ellos cantan. Todavía no se puedo comprobar si se comunican pero, por el momento, esa es su dinámica…


Bailando en el 159

Día de lluvia, de esos días de lluvia que uno sabe que va a parar en una horita, pero que llueve como si se cayera el mundo. Me paré cerca de la puerta del fondo (de donde podía agarrarme con comodidad) y a mi lado se paró una chica, paso a describirla: aproximadamente un metro cincuenta de altura (mi pensamiento “qué lindo que haya alguien más pequeña que yo), cabellos negros ondulados y sueltos, bastante pulposa por donde se la mire (el nunca y bien ponderado “corchito erótico” pensé). Hasta ahí, todo normal, la cuestión es que era pleno invierno y ella tenía puesta una minifalda rosa que no dejaba mucho a la imaginación (porque se movía un poquito y se le veía todo, para delicia de los muchachos que estaban sentados).
En un momento y luego de ponerse, prolijamente, su mp3, veo que se empieza a sacudir cual bailarina de programa de cumbia. Estuvo bailando durante todo el viaje, agarrada de uno de los caños verticales, moviendo sus caderas (y su pollerita) hasta el Correo Central…


¡Cuidado que se te sienta!

Hay un señor muy particular que se sube en la parada siguiente ala mía que tiene una costumbre también muy particular.
Como todos saben a las 7 y media de la mañana el 159 semirápido va más que lleno y es muy difícil encontrar un lugar donde estar cómodo. En general muchas personas (entre las que me incluyo) solemos viajar con nuestras mochilas colgadas adelante (como si lleváramos un bebé), esta acción hace que, para mantener el equilibrio, la cintura se quiebre un poco, adquiriendo una postura similar a la de Nazarena Vélez.
Un día yo estaba en pleno acto de equilibrio cuando siento un peso antinatural en la zona baja de mi espalda. “bueno, seguro que es que quiere pasar y como hay mucha gente no puede…” pensé. Pero no, el tipo se había acomodado de tal manera que, literalmente, se me había sentado encima. Obviamente me escapé para el fondo.
En otros viajes pude comprobar que yo no había sido la única víctima…


Maquillaje fantasía

Hay muchas mujeres que, al no tener tiempo en su casas, optan por maquillarse arriba de subtes o colectivos, las aplaudo de pie, por mi incapacidad de maquillarme parada ante el espejo del baño.
Una mañana de mucho mucho calor tuve el privilegio de ver a una de estas artistas del maquillaje en el 159.
Me había parado delante de ella porque era la única que tenía la ventanilla abierta de par en par. En eso veo que saca de su carterita (todo lo que tocaba parecía pequeñito, teniendo en cuenta que era una persona muy robusta… como cinco yo, digamos) un estuchecito con sus maquillajes y comienza la faena:
Primero se delinea los ojos con negro (con mucho pulso en una curva), luego se aplica una sombra rosa con unos leves brillitos, luego otra un poco más oscurita y como toque final el rimel, muy prolijamente pestañas izquierdas, pestañas derechas, y terminó con los ojos.
Pasamos a la boca: primero un delineado con un color rosa oscuro de difuminó un poco con el dedo, luego una base de lápiz labial rosa un poco más claro, para terminar con un brillo rosa… Todo esto lo intercalaba abanicándose con un cuadernito que, cuando se maquillaba, descansaba en una de sus piernas.
Cuando terminó se quedó dormida, y no era para menos...