martes, 17 de agosto de 2010

Entre las quejas...

Dentro de una ciudad es muy habitual ver bancos y, para algunas personas, es más habitual entrar, transitar y salir de ellos. Y por esto me atrevo (como alguna vez lo hice con algunas historias de bares) a incluir una anécdota que viví en uno de esos recintos.
Había salido de la Universidad de Quilmes con el último pago (por este año) por mis tareas como profesora en ese establecimiento y me dirigí al banco que está en frente de la estación de Bernal para que cambiaran mi cheque por vil metal.
Cuando entré en el banco, todo era normal. Saludé al señor de seguridad (que dicho sea de paso un día, mientras yo buscaba en mi monederito las monedas para viajar en colectivo, me dijo "¿No pensarás pedir monedas?" Lo miré sin entender porque mi monedero estaba que reventaba de monedas y le dije "No, ¿por?" "Por nada, por nada" y se alejó todo colorado). Acto seguido, me ubiqué en la cola que para ese momento del día (apróximadamente las 13 horas) era bastante larga.
Tenía delante mío un hombre en traje, y a los pocos minutos una pareja que estaba bastante apurada se paró detrás de mí.
"En un ratito avanza... Yo tengo que salir a las dos, que no llego si no..." "Si, tiene que avanzar... aunque va lenta." Decían las personas que estaban a mis espaldas.
La verdad es que la cola no avanzaba y la gente, como es natural, se iba poniendo nerviosa.
Después de 25 minutos las cola se movió unos pasos, pasaron otros 10 minutos y se movió otro poco. El señor que estaba apurado decidió irse. Entonces, una señora que estaba atrás de él, ocupó su lugar.
Pasaron otros 25 minutos y por fin llegué al corralito que suelen armar con esas cintas rojas que se meten es esos tubos y con las que me gusta jugar.
"¡Ah, claro! un solo cajero ¡Esto es una vergüenza! Seguro que el gerente está rascándose y nosotros perdiendo el tiempo..." Dijo el educado señor que estaba adelante mio.
En eso el teléfono de la señora que estaba a mis espaldas comenzó a sonar. Ella lo apagó, pero no fue suficiente, porque sonó otra vez, y lo volvió a apagar. Sin embargo, aunque ella nunca atendió, el señor de seguridad se le acercó y con mucha amabilidad le dijo que no usara el celular, que lo apagara.
"¿Pero no viste que no lo contesté?" Le dijo ella con un tono un poco alterado. El señor se disculpó y volvió a su puesto de trabajo. Pero... la llama ya había sido encendida.
"Y ahora se acuerdan de vigilar... claro con la cagada que se mandaron ahora se hacen los que nos cuidan ¡Por favor!" comenzó a decir la señora. (La cagada, aclaro, está relacionada con el caso del Isidro y su mamá)
"¡Si y además tienen un solo cajero! ¡Juegan con nuestro tiempo! porque me vas a decir que no puede ponerse el gerente en la caja. El tipo está ahí parado, boludeando." Dijo el señor de traje que estaba adelante mio, visiblemente exaltado pero en un tono de voz bajo, como para que el gerente no lo escuche.
Pasaron algunos minutos más y el señor de traje, yo y la señora del celular, llegamos al podio de la fila, y ahí se armó la gresca. (Yo seguía muda, fiel a mi convicción de que si hay más de una persona alterada tres o cuatro no resuelven el problema sino que hacen más barullo)
Una señora vestida de maestra que estaba a dos personas de la señora del celular preguntó: "¿Pero sólo tienen un cajero?" (Vale la pena aclarar que el cajero atendía a máxima velocidad, pero con dos manos y dos ojos estaba bastante limitado)
A la pregunta de la señora vestida de maestra se sumaron los comentarios, ahora si en un tono más elevado, del señor de traje y de la señora del celular:
"¡Una vergüenza, y uno es cliente... porque si usted me dice que viene a cobrar un cheque nada más... pero años de cliente y tienen este trato!" decía el señor mientras yo ocultaba el cheque que tenía que cobrar.
"Claro ¡encima el gerente está paveando ahí!" dijo la señora del celular aunando sus palabras al gesto de señalar al gerente. La señora vestida de maestra preguntó: "¿Ese es el gerente?" y mirando al gerente le dijo: "¿No pueden poner otro cajero?"
Con una calma digna, el gerente se acercó y en un tono zen le explicó que no tenía otro cajero, que el cajero que faltaba había tenido un accidente y que no podía poner a cualquier persona en ese puesto, que cada uno en el banco tenía su función y que él no podía estar en la caja porque no era cajero sino gerente.
¡Imaginense la indignación del señor de traje y de la señora del celular!
Al lado de nuestra cola había otra más pequeña que, según entendí, era para clientes especiales del banco, que pagaban un plus para no hacer cola.
El señor de traje vio esa cola y dijo: "¿Por qué el cajero de esa cola no atiende a alguno de nosotros?" El gerente le explicó que no se podía porque las personas que estaba haciendo esa mini cola tenían prioridad, a lo que el señor de traje se exaltó más y ahí se metió una señora muy paqueta que estaba en la mini cola: "Nosotros pagamos $15 más para no hacer cola, no es justo que nos echen la culpa de lo que les pasa." Y se adelantó para que la atendiera su cajero.
"¡Mirála a esa! 'nosotros pagamos $15 más' pero andá a cagar!" dijo el señor de traje. "¡Qué vergüenza, a clientes del banco! Encima mi hijo me llamó dos veces, debe estar preocupado que no contesto y el otro estúpido que me dice que no conteste! ¡¡Si no contesté!!" decía la señora del celular.
A los pocos minutos el señor de traje fue atendido y yo sentí que la señora del celular se me quería colar, claro que no lo hizo. Imaginense que después de una hora de cola y de estar en medio de las quejas no me iba a dejar pasar por más preocupación que tuviera su hijo.
Una semana después volví al mismo banco, un poco más temprano y pude comprobar que también había un cajero que faltaba y que era el que la semana anterior había trabajado como un burro. En su lugar estaba la chica que había faltado anteriormente. Este hecho me hizo pensar dos cosas: o los cajeros se accidentan mucho pero tienen un poder de recuperación increíble; o que, tal vez, los viernes es el día en que uno de los cajeros puede faltar y se turnan... no lo sé, lo dejo a sus criterios...