jueves, 22 de mayo de 2008

La comunidad del matafuego


El 159 crea vínculos comunitarios, eso es así, pero por si queda alguna duda acá va una historia que va a hacer creer al más incrédulo:

Volvía, como siempre, de mi trabajo (parece que las mejores cosas me han sucedido entre las 19 y las 24 hs... ) y como siempre el colectivo estaba más que lleno, así que me fui para el fondo donde por suerte encontré un buen lugar dónde apoyarme: casi al lado de la puerta de atrás.

Me dispuse a escuchar un poco de musiquita así podría amenizar un viaje que, a esa hora, era un poco más lento ya que las rutas de salida de la Capital están más que cargadas.

En el fondo, casi frente al lugar en donde estaba parada se sentaron/acomodaron dos chicos, que hasta ese momento no tenían nada de particular salvo que gritaban un poco al hablar, pero bueno, eso es casi normal teniendo en cuenta que cuando el colectivo sube a la autopista hace mucho ruido...

El trayecto se iba desarrollando normalmente y, por suerte, estábamos llegando a la bajada de Quilmes cuando un olor extraño hizo su aparición en la sección del vehículo en la que me encontraba y, dos segundos después... humo.

Si, el colectivo se estaba incendiando...

Los jóvenes que mencioné antes fueron los primeros en dar la voz de alarma y un señor que estaba parado en el estribo de la puerta de atrás le hizo señas, por el espejo (que por suerte el chofer miró) al conductor para que detuviera el colectivo.

Estábamos a 20 metros del peaje de Quilmes, era invierno, hacía frío y estaba oscuro...

El colectivo paró en la banquina y todos bajamos. Ya en tierra firme pudimos ver que uno de los ventiladores del techo echaba humo, mucho humo. De alguna manera había que apagarlo, pero nadie hacía nada salvo el chofer que iba de un lado al otro por arriba y por abajo del vehículo.

Y fue ahí, entre las quejas de algunos, los mensajes de alarma de otros, los mensajes de mi madre con su típico "Qué raro, siempre te pasa algo a vos", cuando los dos muchachos gritones se subieron al colectivo y comenzaron a hablar con el chofer.

Acto seguido se escuchó un ruido de vidrios rotos, se vio al chofer subirse al techo del colectivo, a uno de los chicos sacar medio cuerpo por una de las ventanillas y al otro alcanzarle el matafuego que le pasó al primero, que apagó el principio de incendio que había hecho peligrar el regreso a los hogares de todos los pasajeros.

Obviamente, ante tal acto, nadie aplaudió, pero todos reconocimos el valiente esfuerzo de los muchachos.

A los pocos minutos estábamos todos arriba del colectivo ocupando nuestros correspondientes lugares, porque eso sí, si una persona estaba sentada antes del incidente debía seguir sentada después, claro que una mínima mayoría había comenzado a caminar, pero el chofer se dedicó a subirlas mientras iba avanzando, porque uno nunca deja de ser pasajero del 159...