martes, 6 de octubre de 2009

Don Alfredo

En general los hombres mayores suelen hacer dos cosas en la calle: la primera, decir cosas semi obscenas a las jovencitas; y, la segunda, dar consejos.
Esto último me pasó con don Alfredo:
Era una de esas tardes de verano en las que uno no sabe si es mejor estar desnudo, o dentro de una pileta, o desnudo dentro de una pileta. Yo volvía de trabajar, y, para ser sincera, mi estado de ánimo no era del todo óptimo (esas cosas que pasan por la cabeza de una cuando las cosas no salen como a una le gustarían que salgan...).
Tenía que cruzar Alem y, como es mi costumbre para evitar el tránsito, suelo bajar al subte en la esquina de Corrientes y Alem y subir en Corrientes y Bouchard (y de paso ejercito las piernas y evito las bocinas).
En la estación Alem hay un puesto donde venden carteras, bastante lindas algunas, al lado de un puesto donde venden ropa interior, para todos los gustos (creo que tienen hasta disfraces). Me paré a ver las carteras, como para ver algo, y vi una que me pareció linda y entré.
Don Alfredo estaba detrás del mostrador.
"Podés agarrar la cartera que te guste", me dijo. Es un señor mayor, de esos que tienen la nariz gorda en la punta y como con granitos (imaginen que no podía dejar de mirarle la nariz), cara de pícaro y de charlatán.
Comenzamos a hablar de la cartera, me dio las mil y un razones por las que sería bueno comprarla, aprovechando que tenía un vestido blanco con florcitas y que la cartera era blanca, encontró los argumentos adecuados y me dejé convencer. Un vendedor increíble, tomó lo que tenía a mano e hizo la venta.
Después, una cosa llevó a la otra y salió la pregunta: "¿tenés novio?" "No, parece que los chicos no se enamoran de mí", dije sin pensar en mis palabras, y fue tarde para volver atrás.
"¡Qué raro! una chica tan linda e inteligente como vos..." me dijo. "Si, seré linda e inteligente pero parece que a los chicos les gustan las feas o las tontas, no sé..." respondí totalmente adentro del juego semi-psicoanalítico.
"Mirá, por un lado mejor, quedate sola, los hombres argentinos son una porquería, son todos unos boludos, con perdón de la palabra".
"Y me lo decís vos que sos hombre... bueno, por lo menos es la mirada de uno del mismo género", dije sorprendida.
"Ah, pero no soy argentino, soy italiano y viví muchos años en Estados Unidos... Igual, los hombres de todo el mundo son una mierda. Yo soy separado... Pobre mi ex, le metí los cuernos con cuanta mina pude..."
En ese momento ya estaba pensando ¿por qué tengo que saber sobre su vida amorosa? en fin, ya había empezado la charla y me iba a quedar hasta el final.
Luego de confesar su repetido adulterio y aclarar que él de joven estaba bastante bueno siguió preguntando sobre mi relación con los individuos del sexo masculino.
"Sabés qué es mejor, que los uses... los tenés para tener sexo y listo..." "No sé, es como despreciarlos, aunque ellos lo hagan, no me creo tan basura para hacer lo mismo" dije desde una moral que ni sabía que tenía. Entonces, don Alfredo, inexplicablemente, cambió su discurso.
"No tenés que irte a la cama en la primera noche, hacelos laburar... que te lleven a comer, que te hagan el novio, pero vos no te pongas de novia, ¡eh! que se lo crean ellos... y si no, te buscás un viejo con plata que te ponga un departamento y listo... Yo tengo uno en Caballito, pero ahora lo alquilo", me dijo, así de la nada. A lo que respondí, "en realidad, prefiero seguir teniendo mala suerte que usar a un viejo..."
"Está muy bien, así hay que ser".
Justo en ese momento entró otra clienta al negocio y don Alfredo tuvo que hacer su trabajo. Me despedí dándole las gracias por la charla, tan poco clara y educativa y él con el consejo de que era mejor estar sola que mal acompañada, que no busque porque así no llegan y que, si todo lo lindo del amor seguía fallando, que me buscara un señor entrado en años y con plata en el banco, así podía vivir holgada y haciendo lo yo quisiera.
Por ahora, intentaré con los dos primeros y, si me va mal... veré.