lunes, 16 de noviembre de 2009

Rosario: juego de ruta

En el incómodo viaje que hice a Rosario, retomé un juego que hago a veces cuando estoy aburrida. Es un juego muy simple, hasta un poco tonto, pero efectivo (recuerden que iba sentada al lado de una mujer que me triplicaba en tamaño y que estaba muy disconforme con los asientos, no así con el baño que, parece, le resultaba cómodo).
El juego consiste en una serie de probabilidades que, gracias al azar o vaya uno a saber a qué, definen cuestiones más o menos claves en mi vida. Es decir, para ser gráfica, si A es porque B.
Yo estaba más que aburrida después de escuchar los únicos tres discos que había podido subir a mi mp3, no por descuido o falta de imaginación, si no por falta de tiempo y memoria. En un momento la música comenzó pasar sin distinguir quién o qué cantaba, por lo tanto comencé con mi juego.
Resulta que días antes de ir al congreso y por una de las circulares me enteré que uno de los dos chicos que, secretamente (para ellos porque después lo sabían todos), me gustaron durante el tiempo que me llevó la carrera, iba a estar en Rosario. X (vamos a ponerle aunque dudo que lea este bolg) había sido compañero mío en casi la mitad de las materias que había cursado y nunca hablé con él. Debo confesar que el hecho de no haber hablado fue por prejuicio mío, ya que tenía miedo que me pareciera un pelotudo y el idilio se fuera al carajo.
El segundo de mis amores platónicos era Z (tampoco creo que lea esto, pero no me importa, queda mucho más interesante si enmascaro los nombres ¿no?). Con Z llegué a hablar un par de veces, nada trascendental, es decir, ninguno de los dos supo nunca mucho del otro (tampoco creo que le interese). La cuestión que Z, además de lindo era interesante, así que por el momento le ganaba ampliamente a X, pero a X lo veía más seguido. En fin, parece que esa conjunción extraña entre mi Luna y mi Venus, conjunción de la que me habló alguna vez mi astróloga hermana, estaba, en esa época, bastante activa.
Bueno, luego de esta presentación, volvamos al viaje.
Entonces, yo, bastante aburrida, me acordé del juego, de X en el congreso y de Z (tenía que haber un segundo, si no el juego era muy fácil) y me dije: "Si en algún cartel, toldo de camión, puente o lo que sea que pueda ser escrito, apararece el nombre de X es que algo va a pasar entre nosotros. Lo mismo para Z."
Pasaron horas, incomodidades, intentos de lecturas, almuerzos tardíos, la despedida de mi compañera de ruta, el espacio, las fotos desde la ventana del micro, y ninguno de los nombres apareció en ninguna superficie que pueda ser escrita, serigrafiada, ploteada o demás.
Cuando llegué a Rosario y vi a X me di cuenta que ya no era el mismo, que todo lo lindo que lo había visto en el pasado se había borrado y que solo era un flacucho con pinta de chico Puan. Cuando volví a Buenos Aires me di cuenta que nunca iba a volver a ver a Z, que las veces que hablé con él había sido sólo porque es un chico muy amable, que nunca le iba a interesar y que, en el fondo estaba bien, al fin y al cabo no me conoce.
Conclusión: o el juego me mostró que no iba a conocer en profundidad a ninguno de los dos; o (y siguiendo la cuestión de los astros) que el juego sigue abierto y que, tal vez, en algún cartel o superficie que pueda ser escrita, un día encuentre uno de los dos nombres y... uno nunca sabe.

2 comentarios:

Ganirivi dijo...

No había leído esto! yo siempre hago esos juegos, pero no lo confieso mucho. Igual los míos son más del tipo de cruzar antes de que el auto llegue a la esquina, y esas cosas. (Me hizo acordar al juego que hace el nene de EL TILO jeje)
Está buenísimo este relato! Igual, basta de Zetas y Xis, vamos por un Y carajo.

Besooo

Valeria dijo...

Totalmente!! Vamos al mundo de la realidad!! O lo más cerca que llegue.
Besote