martes, 18 de agosto de 2009

De levante en el 159

Hay cosas que no pasan por casualidad, o si, pero a veces hay pequeños actos que direccionan el día.
Me había tomado el 159, como de costumbre, en el Correo Central y, como dos personas detrás mío subió una chica con un vaso de café, de esos que venden en Café Martínez para llevar. Raro porque el colectivo iba lleno, muy lleno y la chica no iba a tener de dónde ni con qué agarrarse si mantenía el café consigo.
Todo se desarrollaba con tranquilidad mientras ella tuviera una de sus dos manos libres, pero justo en el momento en el que el colectivo se dirigía al peaje de Dock Sud (quien ha viajado alguna vez sabe que en ese momento hay que agarrarse si o si de algo porque si no te vas contra lo que tengas atrás o adelante, dependiendo siempre de la orientación del viajero), decía, justo en ese instante a ella se le ocurre hablar por teléfono (sospecho que algo tan importante que no podía esperar cinco minutitos a que el colectivo fuera en línea recta).
Ella intentaba hacer equilibrio, entre el café y el teléfono, cuando el muchacho que estaba paradito a su lado le dijo: "¿Querés que te tenga el café?"
"No, gracias", dijo ella con un linda sonrisa (que no vi pero intuí)
"Dale, te lo tengo así hablás tranquila" insistió él.
Y ella no pudo negarse.
Cuando terminó su conversación, que duró menos de un minuto, el chico le devolvió el café y, claro, comenzaron a hablar del café: que si era de máquina, que dónde lo había comprado, que a mí me gusta así, que a mí asá, en fin cosas de café, hasta que él le preguntó: "¿Venís del trabajo?" y debo confesar que lo único que escuché de ella fue "sí", porque lo que siguió de su respuesta me fue vedado tanto por el ruido del colectivo como por su suave y delicada voz.
Acto seguido, creo, ella le preguntó dónde trabajaba él a lo que respondió (y lo escuché muy bien, porque el tipo estaba muy orgulloso de su trabajo) "Trabajo en lo que me gusta, por suerte... En el teatro, dirijo la administración y también estoy en la parte artística, casualmente estreno una obra en septiembre."
Ella habrá dicho algo así como "¡qué bien! ¡qué lindo!" y él continuó hablando con el pecho henchido de orgullo.
En eso llegó la pregunta que todos, a esta altura estábamos esperando... bueno, una de las dos preguntas que estábamos esperando: "¿Dónde vivís?" y ella respondió: "En Quilmes". A lo que siguió el clásico: "¡Qué viaje que tenés! ¿te vas todos los días a Capital?" Y ella dijo algo que no nos esperábamos (me atrevo a hablar en plural porque tengo la sospecha que no era la única que estaba escuchando): "Si, y a veces voy con mochila y bolsos, porque mi novio (¡!) vive en Capital y tengo muchos amigos allá."
Sin embargo, no lejos de achicarse o deprimirse por la revelación, nuestro galán le dice (promediaba ya casi el final del recorrido): "¿Me pasás tu mail así te invito a ver mis obras? porque no solo en septiembre estreno una, en octubre tengo otra que escribí yo." Y ella, al contrario de lo que puedan pensar muchos, se lo dio.
Luego de esto ella se bajó, pero antes se despidieron con un beso en la mejilla, un gracias por el café (sic) y un te escribo.
Increíble, a veces las cositas más tontas, como comprarse un café a cuatro cuadras de la parada del colectivo, pueden provocar los encuentros más inesperados.
Ahora resta imaginar la continuación: ¿él le habrá escrito? ¿ella habrá respondido? ¿se volverán a ver en el colectivo?
Cuántas preguntas, espero poder contestarlas algún día.

2 comentarios:

Ganirivi dijo...

paráaa Corín Tellado!!
me encantó!!
jajaj

Anónimo dijo...

jaja Vale seguís divirtiendome con tus historias mínimas, pero en defensa de la chica, yo tb le hubiese dado el mail porq es un bajón q te rechacen en medio de un colectivo lleno de gente...
gracias por el comment en mi blog abandonado, jiji, ya renacerá, le tengo q cortar el pasto, jiji!!!
sof´