jueves, 6 de diciembre de 2007

El acosador del 159...

Me tomé el colectivo a eso de las siete y monedas de la tarde y, como ya estaba bastante lleno, me acerqué a un sitio propicio donde pudiera apoyar mi espalda en el costado de uno de los asientos (que es la manera más común que tenemos los viajeros del 159 para sostenernos cuando los asientos no tienen barrita dónde agarrarse).
Bastante cómoda y momentos antes que el colectivo se pusiera en movimiento, saqué mis anteojos, un libro y me dispuse a hacer el equilibrio correcto para leer y no caerme al tener que dar vuelta la página.
El viaje se desarrollaba con tranquilidad, pero había algo que me inquietaba y no sabía qué era… Tenía la sensación de que alguien me observaba.
En uno de esos sacudones que suele tener el colectivo cuando sube a la autopista levanté la vista del libro y pude comprobar mis sospechas.
Casi en una diagonal exacta estaba sentado un chico que me estaba mirando y en el momento en el que lo miré (únicamente porque algo me llevó a mirar hacia ahí) veo que el muchacho guiña un ojo o (me) guiña un ojo.
“Bueno, pensé, tal vez tiene algo en el ojo, que lo guiñe no quiere decir que me lo está guiñando a mí…”
El viaje continuó sin mayores sobresaltos. Cuando el colectivo bajó de la Autopista cerré el libro, lo guardé como también guardé los anteojos. La sensación de estar siendo mirada por el muchacho del jopo (porque tenía un lindo jopito) seguía...
En un momento, cuando ya estábamos yendo por la calle Brandsen (que es la calle donde comienza a bajarse la mayor parte de la gente) el colectivo se para, sorpresivamente, al igual que el chofer.
“¡Uh!” se escuchó… “¡Cagamos! ¿y ahora?” decía otro. “Bueno, pensé, tal vez no es nada” siempre tan optimista hasta que subió el chofer y dijo:
“Bueno, bajen porque se rompió… no sé, esperen al otro que viene en 15 minutos”
Yo estaba a dos cuadras de la parada de un colectivo que me deja a una cuadra de mi casa, y no tenía mucho qué pensar, ya que las opciones eran: o esperaba al otro colectivo y viajaba peor de lo que había viajado ya pero no pagaba el pasaje (única ventaja); o me tomaba el otro colectivo, viajaba sentada y caminaba menos por sólo $1… y comencé a caminar a la otra parada, muy tranquila, como casi siempre.
En eso veo que el muchacho del jopo venía caminando muy cerca y que me estaba mirando y que se estaba acercando y… “Disculpame ¿Sabés dónde para otro colectivo que vaya a Berazategui?” me dijo.
“Sí, tenés que seguir tres cuadras más y creo que ahí paran todos”
“¿Vos vas para allá?”
“No, yo me tomo otro que me deja más cerca de mi casa”
“¿Por dónde es?”
“A 30 cuadras de acá”… No le iba a dar más información que esa, claro.
Llegué a mi parada y le dije que me quedaba ahí, que tuviera suerte y chau, pero… el tipo no se fue, me dijo que se quedaba que tal vez le convenía ese colectivo y bla bla bla…
“Mirá que éste termina en el Cementerio” le dije (Casualmente yo vivo a la vuelta del Cementerio, pero ese dato no tenía por qué saberlo)
“Ah, entonces no me deja… pero… te estaba mirando en el colectivo y me parecés muy linda… ¿Tenés novio?”
“No, acabo de terminar una relación muy larga y que terminó un poco extraña, así que imaginate que tampoco tengo muchas ganas de tener uno” (Siempre con esa simpatía tan característica en mi)
“¿hace mucho que terminaste?”
“Dos días, pero no quiero hablar de eso”
“Ah, me imagino… yo hace unos meses que terminé una relación de seis años y te entiendo… pero bueno, no sé, si querés pasame tu teléfono y te invito al cine… ¿Viste el Código Da Vinci?...”
“No, no la vi…”
“Bueno… ¿me das tu teléfono? ¿O querés que te de el mío y me llamás vos?”
Realmente no sé por qué este muchacho pensaba que yo tenía ganas de darle mi teléfono o de tener su teléfono, pero ante tanta insistencia le dije que me diera su teléfono y que yo después le daba el mío o le mandaba un mensajito para que le quedara guardado.
“Bueno, anotá… Gonzalo es mi nombre y el número 15…”
Claro que lo anoté con mucha paciencia, casi como si fuera la primera vez que tenía un teléfono en las manos y justo (miren lo que son las casualidades) cuando le iba a dar mi número vino mi colectivo, al que paré y al que me subí, después de saludarlo muy amablemente (es decir, casi con la mano).
La historia podría haber quedado ahí, como una inyección de autoestima, nada más, pero… una semana después…
Me subí al colectivo y, como siempre, me dirigí al fondo del vehículo. Me paré delante de un asiento y cuando miro al pasajero que estaba sentado, identifico a Gonzalo (o el muchacho del jopo) que me miraba con una sonrisa digna de publicidad de crema dental. Como soy muy educada me acerqué y lo saludé…
“¿te querés sentar?” me dijo… la oferta era tentadora, pero si le decía que sí después iba a tener que mantener una conversación y esas cosas… Así que le dije que no, que cómo se iba a parar, que no se molestara… Y veo que, en su insistencia hace un gesto que me desagradó a tal punto que se me notó en la cara:
Mientras me repetía la pregunta levantó un ceja, lo que le dio a su cara un expresión por demás libidinosa, levantó un poco la pierna e hizo que su mano rebotara en su rodilla repetidas veces como diciendo “Sentate acá, mami…”
Me puse seria casi inmediatamente, le dije que no, me di la vuelta y me acomodé del otro lado del pasillo. Unas horas después estaba borrando su teléfono y felicitándome por haber confiado en mi intuición y no haberle mandado nunca mi número.
Me lo crucé muchas veces más, tanto en el colectivo como en la parada y nunca más le hablé, ni lo saludé ni lo miré ni nada de nada… Calculo que habrá pensado que era una histérica, que es lo más fácil y no que él fue un poco desubicado… en fin, cada uno es libre de pensar lo que le convenga…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

excuse me, señorita...te va justo la imagen!.
me acuerdo perfectamente de esa situación, realmente ciertas actitudes o nos catapultan alla arriba o nos tumban a lo mas bajo, en este caso se enterro 500 km bajo tierra. no way, queridito.
tambien hay que entenderlo, despues de una relacion tan larga, es dificil volver al ruedo (no le tuviste paciencia tampoco que histerica que estuviste...desconsiderada! jaja!)
no, que salame.
me acorde de otro hecho, que tambien te tiene de protagonista, pero con tu enamorado del tren...que tuvo que sacar de nuevo boleto, solo porque quiso conquistarte y lo sacaste carpiendo...mmmm.
jajaja

besos!

soy Marina, tu hermana (de nuevo tengo que firmar como anonimo...una herida al orgullo leonino, grrr! jaja!)

Ganirivi dijo...

ahhhhhh, buenísimooo!!!
jajajaja
el mejor relato de colectivo hasta ahora! lejos!
Los hombres en general tienden a pensar que somos histéricas cuando nosotras tratamos de ser amables, nada más. Suele pasar, y si no que tu audiencia masculina se defienda.

beso!!

Anónimo dijo...

Qué pasó mami???? Qué mala onda... muy corta mambo y todo lo demás... no sé, quizás la situación no fue del todo la adecuada. El pibito no quería fuera acusado de dormilón.... hay una máxima masculina que dice que es mejor parecer un zarpado que un dormilón. La verdad que aunque quisiera muy pocas veces la pude cumplir...zzzzzz
Si no hablamos, que tengas la mejor navidad posible... un beso grande