Hacía más de una semana que con Laura (la misma Laura de la otra vez…) veníamos planeando ir a ver el recital que Gustavo Cerati daría en forma gratuita y al aire libre y, que además, cerraba un ciclo de recitales que el jefe de gobierno de la cuidad venía realizando hacía tiempo…
El 10 de marzo me encaminé a la casa de Laura, punto de encuentro estratégico del que partiríamos hacia Av. F. Alcorta y Pampa. Claro, antes tomamos mate, hablamos de todo un poco y, obviamente, nos fijamos en la Guía T para estar seguras de nuestro recorrido…
Como eran, aproximadamente, las siete y media de la tarde y el recital comenzaba a las nueve y ambas somos afectas a las caminatas y pensamos que no era tan lejos, decidimos ir caminando. Entonces salimos, desde Río de Janeiro y Sarmiento, hasta nuestro destino final... (si, si… un par de cuadritas)
El día era más que propicio para el ejercicio de la caminata y más cuando hay cosas de las que hay que hablar. Hacía poco que mi amiga había empezado a trabajar en una escuela de español para extranjeros y como yo tenía unos meses más de experiencia comenzamos a pasarnos “recetas” para dar tal o cual tema y, entre pitos y flautas, llegamos al Campo Argentino de Polo… en ese punto ya estábamos deliberando sobre la importancia del modo subjuntivo (sí, porque nosotras nos divertimos a lo grande…).
Veníamos muy compenetradas en nuestra discusión cuando un señor, con una pinta increíble de hombre con experiencia en caballitos me dijo “No le creas nada, nenita… qué lindas que son…” Este comentario nos hizo volver a la realidad y, después de contestarle al señor (quienes me conocen pueden imaginarse la respuesta y quienes conocen a Laura… bueno, es casi lo mismo…), nos preguntamos si estarías yendo por el camino indicado… ninguna de las dos estábamos seguras y, claro, nos pusimos un poquito nerviosas, hasta que comenzamos a ver gente, mucha gente y alguna que otra con remeras alusivas, es decir, con imágenes de Cerati y demás…
Más tranquilas seguimos caminando, aunque cambiamos de tema… así que mientras decidíamos que este año se perfilaba negativo en cuestiones amorosas y los pro y los contras de eso, llegamos a una encrucijada…
“¿Cruzamos o no?...” Y… “mejor saquemos la guía y fijémonos para dónde tenemos que ir”… “Dale… según esto estamos bien y… tendríamos que ir para ahí…” “Che… y si seguimos a la gente… ese pibe va a la facu… y seguro que va al recital…” “Bueno… sigamos a la masa…”
Y seguimos a la plebe y ésta nos llevó a un pasaje oscuro, con árboles y veredas muy angostas, pero bueno, ya estábamos ahí y había que seguir, obvio.
Entonces, después de más de dos horas de caminata llegamos. El recital había empezado a horario, por lo que nosotras nos perdimos casi una hora, pero llegamos justo cuando subió Luis Alberto Spinetta para hacer una hermosa versión de “Té para tres”… Mientras nos abríamos paso entre la multitud y pisábamos y éramos pisadas, nos posicionamos en un lugar donde, aunque por obvias razones de estatura, yo no veía a no ser que me pusiera en puntas de pie, disfrutamos las hora y media que duró el espectáculo… De más está decir que quedamos más que emocionadas.
Todo muy lindo pero había llegado el momento de marcharnos…
Comenzamos a caminar para retomar el camino que habíamos realizado para llegar e, inevitablemente, caímos en el embudo que se había formado por la cantidad de gente que quería hacer lo mismo en el mismo momento…
Después de ver personas con ataques de pánico, de escuchar algún que otro nerviosito, o alguno diciendo “¡dale, dale empujá que no salimos más!”, pudimos evadirnos del embudo y salir al aire casi puro de la noche para iniciar nuestra caminata de vuelta a la casa de Laura, donde nos esperaba la cena, una película y dos hermosas y mullidas camas…
La cuestión fue que en lugar de doblar y hacer el mismo camino que habíamos hecho, seguimos a la multitud, muy divertidas a causa de un muchachito que estaba vestido y peinado igual que Cerati en la tapa del disco… (si, ya lo sé, una boludez pero algo tenía que distraernos del hecho de que nos estábamos haciendo pis encima… y cualquier cosa es buena, ¿no?)
Caminamos y caminamos hasta que… “¿Che, qué hacemos en Av. Cabildo?” “Ah, no sé… ¿no hay ningún colectivo que nos lleve a tu casa?” “Desde acá… no, creo que no” “Fijémonos en la guía…” “¡Qué sería de nosotras sin ella!” “Nada porque igual nos perdemos…” “Es verdad…”
Luego de la triste revelación y de darnos cuenta que no teníamos ningún colectivo desde allí, decidimos desandar el camino realizado, mientras le echábamos la culpa a la mala copia de Cerati que nos había hecho desviar…
Ya con dolor de piernas llegamos al punto de partida y comenzamos a caminar por Av. F. Alcorta… pero… algo muy extraño pasaba… nosotras teníamos que ir para donde la numeración bajaba y, aunque estábamos seguras (y de verdad) que era la dirección correcta, la numeración de la calle ascendía…
“Esto ya es demasiado… está bien que seamos medio pavas para esto pero… si acá dice que tiene que bajar… ¿por qué sube?” “Qué se yo… che, ¿y si cruzamos? No sé, como vinimos por la vereda de enfrente tal vez vemos alguna cosa que nos guíe…” “Dale…”
Cruzamos la calle y… “Che, la numeración baja en esta vereda” “¿si?... Es verdad… no entiendo más nada… enfrente sube, acá baja… ¡Esto es cosa de Mandinga!”
Aproximadamente a las veinte cuadras nos tomamos un colectivo que nos dejó cerca del ansiado hogar, al que llegamos casi corriendo por cuestiones fisiológicas.
Entonces, después de llegar, cenar livianito (porque eran casi las dos de la mañana y ninguna tenía ganas de cocinar o de comer comida elaborada), miramos una peliculita y nos fuimos a dormir con la certeza de que, en primer lugar, no teníamos que volver a confiar en nuestra intuición cuando el tema sea “orientación” y, en segundo lugar, que por un año (o más) estábamos salvadas de pensar en ir a un gimnasio.
El 10 de marzo me encaminé a la casa de Laura, punto de encuentro estratégico del que partiríamos hacia Av. F. Alcorta y Pampa. Claro, antes tomamos mate, hablamos de todo un poco y, obviamente, nos fijamos en la Guía T para estar seguras de nuestro recorrido…
Como eran, aproximadamente, las siete y media de la tarde y el recital comenzaba a las nueve y ambas somos afectas a las caminatas y pensamos que no era tan lejos, decidimos ir caminando. Entonces salimos, desde Río de Janeiro y Sarmiento, hasta nuestro destino final... (si, si… un par de cuadritas)
El día era más que propicio para el ejercicio de la caminata y más cuando hay cosas de las que hay que hablar. Hacía poco que mi amiga había empezado a trabajar en una escuela de español para extranjeros y como yo tenía unos meses más de experiencia comenzamos a pasarnos “recetas” para dar tal o cual tema y, entre pitos y flautas, llegamos al Campo Argentino de Polo… en ese punto ya estábamos deliberando sobre la importancia del modo subjuntivo (sí, porque nosotras nos divertimos a lo grande…).
Veníamos muy compenetradas en nuestra discusión cuando un señor, con una pinta increíble de hombre con experiencia en caballitos me dijo “No le creas nada, nenita… qué lindas que son…” Este comentario nos hizo volver a la realidad y, después de contestarle al señor (quienes me conocen pueden imaginarse la respuesta y quienes conocen a Laura… bueno, es casi lo mismo…), nos preguntamos si estarías yendo por el camino indicado… ninguna de las dos estábamos seguras y, claro, nos pusimos un poquito nerviosas, hasta que comenzamos a ver gente, mucha gente y alguna que otra con remeras alusivas, es decir, con imágenes de Cerati y demás…
Más tranquilas seguimos caminando, aunque cambiamos de tema… así que mientras decidíamos que este año se perfilaba negativo en cuestiones amorosas y los pro y los contras de eso, llegamos a una encrucijada…
“¿Cruzamos o no?...” Y… “mejor saquemos la guía y fijémonos para dónde tenemos que ir”… “Dale… según esto estamos bien y… tendríamos que ir para ahí…” “Che… y si seguimos a la gente… ese pibe va a la facu… y seguro que va al recital…” “Bueno… sigamos a la masa…”
Y seguimos a la plebe y ésta nos llevó a un pasaje oscuro, con árboles y veredas muy angostas, pero bueno, ya estábamos ahí y había que seguir, obvio.
Entonces, después de más de dos horas de caminata llegamos. El recital había empezado a horario, por lo que nosotras nos perdimos casi una hora, pero llegamos justo cuando subió Luis Alberto Spinetta para hacer una hermosa versión de “Té para tres”… Mientras nos abríamos paso entre la multitud y pisábamos y éramos pisadas, nos posicionamos en un lugar donde, aunque por obvias razones de estatura, yo no veía a no ser que me pusiera en puntas de pie, disfrutamos las hora y media que duró el espectáculo… De más está decir que quedamos más que emocionadas.
Todo muy lindo pero había llegado el momento de marcharnos…
Comenzamos a caminar para retomar el camino que habíamos realizado para llegar e, inevitablemente, caímos en el embudo que se había formado por la cantidad de gente que quería hacer lo mismo en el mismo momento…
Después de ver personas con ataques de pánico, de escuchar algún que otro nerviosito, o alguno diciendo “¡dale, dale empujá que no salimos más!”, pudimos evadirnos del embudo y salir al aire casi puro de la noche para iniciar nuestra caminata de vuelta a la casa de Laura, donde nos esperaba la cena, una película y dos hermosas y mullidas camas…
La cuestión fue que en lugar de doblar y hacer el mismo camino que habíamos hecho, seguimos a la multitud, muy divertidas a causa de un muchachito que estaba vestido y peinado igual que Cerati en la tapa del disco… (si, ya lo sé, una boludez pero algo tenía que distraernos del hecho de que nos estábamos haciendo pis encima… y cualquier cosa es buena, ¿no?)
Caminamos y caminamos hasta que… “¿Che, qué hacemos en Av. Cabildo?” “Ah, no sé… ¿no hay ningún colectivo que nos lleve a tu casa?” “Desde acá… no, creo que no” “Fijémonos en la guía…” “¡Qué sería de nosotras sin ella!” “Nada porque igual nos perdemos…” “Es verdad…”
Luego de la triste revelación y de darnos cuenta que no teníamos ningún colectivo desde allí, decidimos desandar el camino realizado, mientras le echábamos la culpa a la mala copia de Cerati que nos había hecho desviar…
Ya con dolor de piernas llegamos al punto de partida y comenzamos a caminar por Av. F. Alcorta… pero… algo muy extraño pasaba… nosotras teníamos que ir para donde la numeración bajaba y, aunque estábamos seguras (y de verdad) que era la dirección correcta, la numeración de la calle ascendía…
“Esto ya es demasiado… está bien que seamos medio pavas para esto pero… si acá dice que tiene que bajar… ¿por qué sube?” “Qué se yo… che, ¿y si cruzamos? No sé, como vinimos por la vereda de enfrente tal vez vemos alguna cosa que nos guíe…” “Dale…”
Cruzamos la calle y… “Che, la numeración baja en esta vereda” “¿si?... Es verdad… no entiendo más nada… enfrente sube, acá baja… ¡Esto es cosa de Mandinga!”
Aproximadamente a las veinte cuadras nos tomamos un colectivo que nos dejó cerca del ansiado hogar, al que llegamos casi corriendo por cuestiones fisiológicas.
Entonces, después de llegar, cenar livianito (porque eran casi las dos de la mañana y ninguna tenía ganas de cocinar o de comer comida elaborada), miramos una peliculita y nos fuimos a dormir con la certeza de que, en primer lugar, no teníamos que volver a confiar en nuestra intuición cuando el tema sea “orientación” y, en segundo lugar, que por un año (o más) estábamos salvadas de pensar en ir a un gimnasio.
4 comentarios:
Uhh!! soy la primera en comentar!
jeje, me acuerdo de esta historia.
Se perdieron por seguir al pibe que se parecía a Cerati! no mientas.
A mí una vez mi abuela me obligó a caminar unas cinco cuadras siguiendo a un hombre que ella estaba segura de que era Woody Allen.. (estábamos en Nueva York, debo aclarar aún a riesgo de sonar snob)
juajua
besooo!!!
Vir
Tan re loooocas!!! No puedo dejar de pensar lo q significa caminar 2 horas... esa habilidad la voy atrofiando poco a poco... actualmente hago como maximo 2 cuadras jajaja!!!
Como siempre muy divertida tu anecdota!!!
Besotes amigaaa!!!
deberias decir que llegaron sin perderse porque estaban ansiosas por verlo a Gustavo y que se perdieron luego, por el extasis que les produjo escucharlo...a mamá mona con bananas verdes, por favor!
yo las conozco, y tambien imagino lo que le habran dicho a ese pobre burrero que las encontro en el camino, con un piropo de aquellos...pobre hombre, se le habran reventado los oidos!
jajaja
me acuerdo de esa anecdota y tambien de ese recital, al que tuve intenciones de ir pero estaba lejos, tal vez si yo hubiera ido, nos hubieramos perdido las tres!
jajaja
besos!!!
hola vale!! soy sofia la del puente
me encanto tu blog me mata de risa, no se por que pero me haces acordar a mafalda (bup)
a proposito el perrito de la foto es igual a mi elfo re tierno
besos
sofia
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