sábado, 5 de mayo de 2007

Oscuro


Era uno de esos clásicos veranos de Buenos Aires, es decir, húmedo y muy caluroso, allá por el 2000.
Había ido a visitar a mi enamorado que se encontraba postrado en su casa tras una de esas dolorosas operaciones de rodilla.
Después de algunas horas de escuchar continuas quejas (que el calor, que la pierna, que el ventilador, que la mar en coche) y teniendo en cuenta que para volver a mi casa tenía que ir hasta la estación de Once, desde la que tenía hora y media de viaje, decidí a las 5 de la tarde, aproximadamente, partir hacia mi hogar.
Un detalle que no se puede obviar: ustedes saben que es muy común que cuando hace mucho calor el sistema eléctrico de la Ciudad de Buenos Aires colapsa, y bueno, ese día no iba a ser la excepción.
Entonces, después de bajar 17 pisos por escalera y de soportar el comentario de una mujer entrada en años : “Bajar es más fácil que subir”, mientras veía los inconfundibles signos de agitación que expresaba todo mi cuerpo, salí a la calle.
El calor era agobiante por lo que decidí tomarme el subte, aunque estaba muy cerca de Plaza Miserere.
Caminé la cuadra que me separaba de la estación Loria de la línea A, intentando buscar un poco de sombra, una misión más que imposible a pesar de que ya eran más de las 5 de la tarde.
Cuando llegué bajé las escaleras muy despacio (ya que mis piernitas no estaban acostumbradas a tanto ejercicio) y, también con lentitud, crucé el molinete y me dispuse a esperar el subte.
En menos de 10 minutos me encontraba haciendo fuerza para abrir la puerta de uno de los coches y subiendo a él para comenzar mi retorno… Calculé que en menos de 5 minutos iba a estar en la estación Plaza Miserere, pero bueno… ustedes se habrán dado cuenta que no sé calcular muy bien…
Casi a mitad del recorrido el subte se paró y todo se volvió oscuro… Yo pensaba que en unos segundos todo volvería a la normalidad, pues a veces esas cosas pasan, pero ya habían pasado, aproximadamente, más de 5 minutos y seguía todo igual de oscuro y quieto, por lo que las personas comenzaron a preocuparse (y yo como parte de esas personas también).
Fue entonces cuando vimos acercarse por las vías, desde la parte de adelante del subte, una linterna que iba deteniéndose en cada vagón. Cuando la linterna o, mejor dicho, su portador, llegó al nuestro abrió las puertas y nos dijo “Se cortó la luz en toda la línea, así que van a tener que bajar e ir caminando hasta Miserere”.
Ahí empezaron las quejas, en contra del subte, en contra del intendente, en contra de los mosquitos, en contra de lo que ustedes quieran. Y mientras algunos seguían expresando su inconformismo, otros sacaban las escaleritas de debajo de los asientos, las ubicaban en las puertas y bajaban, al tiempo que, obviamente, eran seguidos por los quejumbrosos.
La misma linterna que terminó de avisar a toda la formación del penoso acontecimiento, se encargó de guiarnos hacia la estación ya que no podíamos caminar por cualquier lugar.
Caminar por las vías en la oscuridad era, además de dantesco, bastante incómodo más si se está en sandalias (como yo en ese momento), y si a eso se le agrega la posibilidad de que haya algún bicho dando vueltas o, en el peor de los casos, la sensación de que, en algún momento, iba a pasarme una rata por los pies…
Estaba sumergida en esos pensamientos cuando la linterna se convirtió en un operario de Metrovías que nos mostró la escalerita para subir al andén (en este punto debo confesar mi emoción, ya que me gusta eso de poder estar en esos lugares que sólo están permitidos para “personal autorizado”).
Como una manada nos dirigimos a la salida, obviamente, siendo consecuentes con el discurso quejoso que nos acompañó todo el recorrido por el averno de la línea A.
Cuando salí a la superficie el calor seguía muy cómodamente instalado, aunque el había empezado a bajar.
En la parada del colectivo había una cola bastante larga, y algunas de las personas que estaban ahí habían compartido la caminata subterránea conmigo… (y seguían quejándose… ¡Qué persistencia!)
Luego de 20 minutos de espera pude subirme al 98, y después de una hora y media, logré llegar a mi casa.
Al abrir la puerta lo primero que escuché fue “¿Qué te pasó?”, pregunta que disparó mi relato, interrumpido, en algunas ocasiones por “¡¿Pero siempre te pasa algo!? ¡¿No podés ir y venir sin tener algún inconveniente!?... Y… Parece que no…

8 comentarios:

Anónimo dijo...

y si no tuvieras inconvenientes... de qué relatos disfrutaríamos nosotros?? ahora eso sí, yo con vos camino hasta la parada, pero nada de subirma a algo que tenga rueditas o similar!!!!!!!!!!!
un besote

Anónimo dijo...

imagino que debe haber sido toda una experiencia la de transitar por los caminos que solo el subte y algunos "privilegiados" pueden recorrer.
lo que me suele pasar seguido en ese transporte es que despues que saco boleto, siempre habren la puerta y dejan pasar a todos gratis porque se quedan sin monedas... y no es una experiencia grata ni para el bolsillo ni para la autoestima, grrrr!

besos!

PD. te olvidaste de poner los creditos de la foto... un beso para Tito I que nos mira desde sus botas de lagarto, jajaja!

Anónimo dijo...

abren... le agregue la H, perdon profesora.
jaja

lucas en barcelona dijo...

Parece que la gente cree que sos mufa... ummm ahora nadie va a querer compartir ningún medio de transporte con vos. El problema de la 1ra persona.

besos

Anónimo dijo...

queremos mas intrepidas aventuras citadinas

Anónimo dijo...

yo no pienso que sos mufa ehhh, si un poco atolondrada, pero lo normal.
y como diria Gustavo, "si te llevo es para que me lleves, ouooo!"

besos!

Unknown dijo...

Yo no te considero mufa cheee... al menos, he viajado sobre ruedas con vos y no hemos tenido inconvenientes... ahora me da para pensar... q vida aburrida q tengo... nunca una de esas para contar!!! jajaja!!!

Clara O. dijo...

no, amiga, no sos vos, es la ciudad de buenos aires y su maldito sistema de transporte q hace rato está por colapsar... aunque a veces ayudás un poco jijiji
Besote!