domingo, 31 de mayo de 2009

Se supo... ¡es mi culpa!

Era martes, y como muchos martes de este año tenía una reunión con mis compañeros de grupo de estudio, el único temita era que yo había salido del trabajo a la una y el encuentro era recién a las seis de la tarde. Por este motivo decidí ir hasta la facultad a buscar un papelito que había olvidado retirar y hacer un poco de tiempo.
Fui hasta Puan, pasé por el Departamento de Alumnos, busqué mi papel, caminé por los pasillos, vi algunas caras conocidas, aunque la mayoría de las caras ya son desconocidas para mí y opté por ir a tomar el subte y acercarme a la zona de 25 de mayo donde se efectuaría mi encuentro con el saber.
Eran las tres y media cuando bajé en Plaza de Mayo, es decir, me quedaba bastante tiempo hasta mi reunión, entonces se me presentaron dos opciones: podía ir a un bar y leer uno de los textos pautados que no había podido leer antes mientras me tomaba un café y comía algunas medialunas mantecosas; o podía ir a sentarme a un banquito cerca del agüita en Puerto Madero.
Aunque hacía frío no tuve que pensar mucho.
Comencé a caminar hacia Puerto Madero y cuando llegué busqué un banco que estuviera solo, así podía sentarme a mis anchas. Encontré uno al que le daba la sombra pero, aunque estoy acostumbrada a leer en el colectivo, decidí buscar alguno que estuviera al sol porque me pareció un poco incómodo leer sacudida por el frío.
Divisé uno al que le daba el sol y fui rápidamente.
Mientras estaba muy concentrada leyendo una discusión sobre quién es apto y quién no para dar muerte a otro y hasta dónde llega la legitimidad de la violencia (si si... a veces leo cosas interesantes) se me acercó un muchacho que me dijo:
"Disculpame ¿te puedo hacer una pregunta?" Claro que le respondí que sí pensando que me iba a preguntar una calle.
"¿hacés ejercicio?" "No" y la respuesta fue acompañada por una gran cara de consternación.
"Ah, porque tenés condiciones..." comenzó a decir y puedo jurar que fue lo único que entendí porque después de eso empezó a vomitar palabras, entre las que pude entender: "Palermo, vida sana, aire puro", pero no puedo especificar el orden.
En mitad de su discurso y señalando mis fotocopias le dije "Disculpame, pero estoy muy ocupada", él seguía hablando. Repetí oración y gesto sin exagerar dos veces más hasta que se calló, me miró y me dijo:
"Pero mirá que yo no soy ningún gil, ¿eh? tengo 38 años, laburo, no soy ningún gil."
"No, nunca dije eso, es que estoy muy ocupada" contesté con mi mejor cara.
"Entonces ¿no querés que arreglemos para salir?" "No" dije ya un poco (bueno, bastante) más seria.
"¡Bien, ves, ves -decía mientras me señalaba acusadoramente- por eso el país está como está, ves! ¡Por tu mala onda!" y se fue mirándome con rabia...
Así que, ni crisis mundiales o nacionales, malas políticas externas ni internas o corrupción y esas cosas... no, esas cosas no son la causa de que el país esté como esté, es únicamente mi culpa... ¡perdón!

2 comentarios:

Ganirivi dijo...

jajajjaaa
como esos que cuando no les das bola dicen que "le temés al amor" jajaja

buenísimo. La crisis financiera también es tu culpa, por mala onda!

jajaja

Clara O. dijo...

jeje tanto pensar para llegar a enterarnos de que la responsable de todo sos vos... no se puede creer! jeje
Típico lo del pibe porque viste que lo que los caracteriza es nunca hacerse cargo :-)
BESOS!