Un detalle importante es que tanto mi amiga como yo nacimos con la brújula descalibrada, así que iba a ser muy fácil para las dos perdernos, por lo tanto, a cada paso que dábamos y ante semejante certeza acudimos con mucha frecuencia a los peatones y/o kiosqueros, ya que por lo sabido, ninguna de las dos tenía confianza en la intuición de la otra.
Por ejemplo: varios días caminamos por las inmediaciones de San Martín y Rivadavia (que ya sé que no se cruzan, pero lo podría haber pensado...) cerca de ese lugar estaba el hotel donde me quedé cuando fui en abril del 2008 para un congreso (turismo intelectual, el más redituable cuando te reembolsan el dinero). Cada vez que pasábamos por la zona yo le decía a mi amiga "Por acá estaba el hotel donde me quedé"... pero el hotel nunca aparecía, hasta que un día... "Por acá estaba el hotel, te juro que era por acá..." "Basta, Vale, ya no te creo..." y el hotel apareció. No pueden imaginarse lo bien que me sentí.
Pero no era esto lo que quería narrar, sino nuestra visita a "Villa Victoria".
Villa Victoria es la que alguna vez fue la casa de Victoria Ocampo, gran mecenas del arte en general y que mi amiga me había promocionado como uno de los mejores lugares para tomar el té y comer ricas tortas.
Un día de lluvia decidimos, luego de ir al cine, ir a tomar el té o, directamente, a comer alguna cosa a la "Villa". Claro que ninguna de las dos sabía la dirección, pero era un dato menor en la época del internet.
Buscamos la información deseada y, luego del cine, nos encaminamos. Pero... "¿y qué colectivo nos tomamos?" "Preguntemos al kiosquero de ahí". El señor, muy amablemente nos recomendó el 511, colectivo que nos llevó a muchos lugares. Lo tomamos y le pedimos al chofer que nos avisara cuando llegáramos a Alsina y Matheu, cosa que hizo muy amablemente (o no, pero eso no importa). La cuestión que nos bajamos en una zona residencial, con casitas muy lindas pero muy oscura, teniendo en cuenta, además, que eran las 8 y media de la noche y estaba lloviendo.
Empezamos a caminar y, como era de esperarse, nos fuimos para el otro lado. Le preguntamos a un señor por la calle Matheu, pero no sabía, y nos mandó a unos negocios donde había lugareños. Ellos supieron darnos el dato correcto.
Cuando llegamos a la "Villa Victoria" vimos poca luz y dijimos "¡Uh, está cerrada!" Caminamos un poco más y vimos que había más luz "¡No, está abierta!"... Pero, no... estaba cerrada.
No quedamos paraditas, las dos enfrente del portón mirando fijamente al guardia que estaba muy tranquilo hablando por teléfono.
Él nos miraba y no venía, nosotras lo mirábamos y le hacíamos gestos, pero nada. Hasta que mi amiga se cansó y le gritó: "Disculpame, ¿está cerrado?"
Y el muchacho vino hacia nosotras con una símil sonrisa y, muy amablemente, nos explicó que la "Villa" estaba cerrada por fumigación y que la iban a abrir recién el viernes o el sábado, pero que llamáramos por las dudas. Mientras nos daba esos tristes datos había comenzado a lloviznar.
Le agradecimos, le preguntamos dónde estaba la parada del 511 para volver a casa y nos fuimos caminando ligerito, en la oscuridad y bajo la lluviecita marplatense.
2 comentarios:
jaja que lindo relato!!
muy lindo!!
espero que no se hayan quedado con las ganas de tortas y té.
besoo!!
amiga!!!! Qué buenos recuerdos me trajo este relato!
Love u!
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